Si Antonio Berni armó a Juanito Laguna con trozos de cartón, latón y dignidad, Horacio Ferrer y Astor Piazzolla lo hicieron cantar. En esta milonga-tango con tono de arrorró y lirismo barrial, Juanito Laguna ayuda a su madre pone voz y melodía a una infancia obrera que resiste con ternura.
Juanito Laguna Ayuda a Su Madre
Canción de: Horacio Ferrer, Astor Piazzolla
Le hicieron el pañal
Con media hoja de Clarín
Su barrio de latón
Le dio para jugar
Los cuentos de una fea
Caperucita rea
Juanito que es rabón
Que es bueno como el pan
A veces come su bondad
Y aguanta sin beber
Sabiendo cuánta sed
Da el agua de la inundación
Caracol
Tan chiquito y tenaz
Con la cuna a cuestas
Arrorró sin sol
Juanito ayuda a su mamá
Pichón de varón
Corazón
Corazón de Pulgarcito de arrabal
Baldea, y viene y va
Y si ella al fin le pide el sol
Juanito cruza el mar
En un jabón de lavar
Por las noches, mamá
Le da un dulce jornal de mil besos
Y lo hace dormir
Duérmete Juanito
Ya me olvidarás
Juanito Laguna
Cuando seas Juan
Juan
Juan
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Juanito Laguna canta: el tango de los invisibles.
“Nacido en un malvón / le hicieron el pañal / con media hoja de Clarín”: así empieza el retrato. Entre poesía lunfarda y realismo poético, Ferrer capta la precariedad de los márgenes con una belleza descarnada. Como Berni, no romantiza la pobreza, pero tampoco la reduce al dolor. Hay juego, ternura, incluso épica: “Juanito cruza el mar / en un jabón de lavar”.
La madre, figura silenciosa y omnipresente, recibe el protagonismo del título: el niño no es solo víctima, es sostén, es ayuda, es esperanza. Baldea, cuida, sueña. Es el “Pulgarcito de arrabal”, el que sobrevive cargando su casa como un caracol tenaz. La metáfora es perfecta: la infancia humilde que resiste, que sigue andando con su mundo a cuestas.
Y el final es demoledor, como una estocada suave:
“Duérmete Juanito / ya me olvidarás / Juanito Laguna / cuando seas Juan”.
Cuando seas adulto —cuando seas Juan— el sistema te habrá borrado. Te habrán sacado la ternura, la memoria, el origen. Por eso esta canción es, también, una advertencia: que la infancia popular no se olvide, que el Juanito que fuimos no se pierda en el Juan que nos quieren hacer ser.
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Juanito Laguna: el niño que Berni pintó y Piazzolla hizo cantar
Juanito Laguna no es solo un personaje. Es un país. O mejor dicho: es ese rincón del país que casi nadie quiere ver. Lo que Antonio Berni ensambló con chatarra, lo que pegó con alambres y recortes de una Argentina desigual, Horacio Ferrer y Astor Piazzolla lo transformaron en canción. Entre el pincel y el bandoneón, Juanito se convirtió en símbolo, en grito, en arrorró.
En la serie de Berni, Juanito vive en la villa, camina entre residuos, va rumbo a la fábrica o juega con lo que encuentra en la basura. Su cuerpo está hecho de lo mismo que junta el cartonero: latas, clavos, madera, latón. Pero tiene dignidad. Tiene sueños. Berni no lo muestra triste: lo muestra fuerte, curioso, entero, como esos niños que nunca tuvieron nada, pero caminan erguidos.
Décadas después, Ferrer y Piazzolla lo ponen en palabras y música. En ese tango arrabalero, “Juanito Laguna ayuda a su madre”, la pobreza toma ritmo y ternura, y el niño aparece baldeando, cruzando mares en jabones de lavar, cargando su cuna como un caracol. No hay folclore miserabilista: hay poesía con barro, arte con ojeras.
Ambos —Berni y Ferrer— reconocen en Juanito algo que la sociedad niega: que los pobres sienten, piensan, aman, sueñan. Que sus infancias no son estadísticas, sino relatos con voz y rostro. Que el niño que nace en un malvón con pañales hechos de Clarín, también merece una canción de cuna.
Pero hay algo más profundo aún: Juanito es el primer retrato del cartonero. Berni lo intuyó. Piazzolla lo cantó. Juanito vive entre residuos y los transforma. Ayuda, resiste, empuja la historia desde abajo. Y cuando crezca, cuando ya no sea Juanito, quizás el mundo lo olvide, como dice la canción: “Duérmete Juanito, ya me olvidarás… cuando seas Juan.”
Por eso escribir sobre él, recordarlo, compartirlo, es también una forma de impedir ese olvido. De hacer que Juanito no desaparezca entre los escombros del progreso. De que su ternura siga empujando su zorra en la memoria colectiva.

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